RODRIGO GUIJARRO LASHERAS

Becado de Excelencia Académica de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson
Convocatorias II, III y IV (2009 - 2011)

La idea de una semblanza propia me produce cierto pudor. No obstante, quisiera compartir lo que supuso para mí ser beneficiario de la beca de la Fundación Cristina Masaveu Peterson, que obtuve durante tres convocatorias mientras cursaba mis estudios de filología en la Universidad de Oviedo y el grado superior de música en el conservatorio de la misma ciudad. Estudié lo que me gustaba. Dos carreras con un fuerte carácter vocacional que, como todas las que se alejen de las lindes científico-técnicas, no siempre gozan de la complicidad de la sociedad. En este contexto, la existencia de unas becas que incluían todas las ramas del saber me hizo ver que había un camino transitable en el que el reconocimiento no tenía por qué estar ausente, fijando un listón de exigencia cuyo alcance era por sí mismo un estímulo.

Creo que muchos podrán identificarse con el carácter nada autocomplaciente, perfeccionista, crítico y autocrítico que regía mis estudios; también con que, pese a la vocación con la que los afrontaba —o seguramente debido a ella—, algunas de las asignaturas y actividades no satisfacían mis expectativas. Es evidente que, en el estadio formativo temprano en el que entonces me hallaba, ser becario de esta Fundación supuso un espaldarazo con una incidencia mucho más allá de la que conlleva el apoyo económico. Un factor determinante fue la idiosincrasia particular de la beca, que me otorgó la posibilidad de elegir el tipo de actividad para la que quería financiación. Por ejemplo, pude ir al Conservatorio Tchaikovsky de Moscú gracias a ello, es decir, por primera vez tuve la oportunidad de pautar mi propio camino. Ser becario me hizo emprendedor en mi campo: me fui de Erasmus, empecé a hacer giras con la Joven Orquesta Nacional de España, a informarme sobre todo tipo de cursos y actividades, y emprendí proyectos que antes simplemente no habría tomado en consideración. Podría incidir en el esfuerzo que, aun hecho de buen grado, conlleva estudiar con rigor; pero creo que es más singular y reseñable la curiosidad y predisposición a la aventura académica que la beca despertó en mí.

Han transcurrido algunos años desde las experiencias que narro, y en el momento en que escribo estas líneas acabo de obtener el título de doctor. Ahora bien, sigo haciendo como entonces, buscando actividades que me saquen del ámbito cotidiano, que me lleven a frecuentar nuevos entornos y a asimilar ideas que aún no conozco.

PERFIL PROFESIONAL

Rodrigo Guijarro Lasheras nació en Oviedo y fue becario de la Fundación en las convocatorias II, III y IV. Premio Extraordinario de Licenciatura y Accésit del Premio Nacional en Filología Hispánica, así como graduado superior en música (especialidad contrabajo), ha obtenido en 2018 el título de Doctor en Estudios Literarios por la Universidad Complutense de Madrid con el apoyo de una beca FPU y otra de la Residencia de Estudiantes de Madrid. Ha sido investigador visitante en la Universidad de Berkeley, California y en la Universidad de Cambridge. Además de traductor, es autor de Jardín y laberinto. La flor en el imaginario decadente (2015), de la edición crítica de Monsieur Venus, Novela materialista (2016), de Rachilde, elegida por Babelia como libro de la semana y uno de los títulos destacados de la primera mitad del año, y de artículos publicados en revistas españolas, francesas, inglesas, norteamericanas, alemanas y chilenas. Como músico, ha sido miembro titular de la Gustav Mahler Jugendorchester durante cinco años, así como de la European Youth Orchestra y de la Joven Orquesta Nacional de España, con quienes ha realizado giras por los principales auditorios y festivales europeos. Es academista de la Orquesta Nacional de España y ha colaborado  con la Orquesta Sinfónica de Madrid, la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias o la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, entre otras.