Dauphin island por Dionisio González

2011-2012

Dauphin Island está situada sobre una barra de arena. El golfo de México está situado al sur de la isla; el estrecho de Mississippi y la bahía de Mobile están localizadas al norte. La isla tiene actualmente una población establecida de 1.200 habitantes y está conectada a Mobile por el puente hiperboloide, casi en una suspensión ensoñecida, de Gordon Persons. Aunque tiene varias reservas avícolas, la principal es la de Audubon Bird Sanctuary; primer lugar de encuentro para las aves que emigran al norte desde América del Sur. Mi interés por Dauphin Island viene por el estudio de diferentes arquitecturas acuáticas y palafíticas, algunas de las cuales tienen su origen en el neolítico. Lo cierto es que la arquitectura de Dauphin Island encierra conjuntamente una especie de demisión, de encartación y de sumisión al medio que la hacen tipológicamente ambigua. Por una parte las oscilaciones del agua y las relaciones con un entorno no consolidado o expuesto marcan la posición y la altura de sus edificaciones, por otro lado la superfluidad o la redundancia de muchas de sus construcciones las hacen magnéticas, casi totémicas, en un enclave contrariamente previsto para la pesca y el ocio.

Esta obstinación en consagrar la existencia a una ocupación del terreno expuesta al desbarate, la voladura o la devastación introduce a los habitantes de Dauphin Island en el mito prometeico de la osadía de hacer o poseer cosas divinas. Vivir, por tanto, el rigor de los fenómenos aleatorios frente a los fenómenos determinísticos en una realidad que se modeliza en torno a distribuciones de probabilidad.

Con el Katrina se perdieron 250 casas sobre una superficie de 16 km cuadrados, con el Ivan170 sólo en la zona oeste de la isla, la más abierta. Ahora, desde que un accidente el 20 de abril del 2011 en la plataforma petrolera Deepwater Horizon provocara el vertido de 800.000 litros de crudo al día, se han desplegado aproximadamente 172 kilómetros de barreras en toda la costa del Golfo. Lo trágico es que estas barreras son lo suficientemente prominentes como para alejar a la clase media estadounidense que busca en la isla la extrañación y el relajo. La realidad es que, como afirman los locales, sin visitas este es un pueblo moribundo.

Hay cierta fantasmagoría en los períodos no vacacionales que hacen de este enclave un territorio hipnótico, no sólo por una soledad sobreentendida sino porque la ensambladura, la consolidación de las viviendas y su posterior remozado (la sumidad de requintes, vértices y copetes) están expuestos a una casi segura capitulación. Son estructuras constructivas para la resignación. La razón principal por la cual las casas de esta región están hechas de madera y no de hormigón o ladrillo es económica. Hay una cierta ineficacia ligada a la declividad y, por tanto, a la exinanición marcada tan sólo por la falta de dinero. Este decremento, a parte de derivar de la imposibilidad de construcciones más resistentes donde los materiales son más caros, deriva también de  una carga impositiva mayor. No contar con viviendas cimentadas en hormigón en zonas donde cada año hay tornados es algo tan irresponsable como construir plantas nucleares en zonas sísmicas o casas en las laderas de los cerros. Las casas de  madera son construidas rápidamente y vendidas rápidamente lo que guarda cierta practicidad teniendo en cuenta que los estadounidenses cambian frecuentemente el lugar de trabajo. Un sugerente desarrollo del que posesiona como bricoleur. Es una especie de tópos movedizo asentado sobre una movilidad laboral.

Con esta serie de imágenes he pretendido hacer una labor proyectista, una suma de intervenciones, de alteraciones del espacio, a partir de la “cartografía” preexistente, pero atento a la incomposición que lega el propio territorio, casi a cierto suprarrealismo, a cierta exageración y desde un empleo respetuoso del mismo. Ubicando, para ello, edificios reducidos o en escala simétrica al contexto y ejecutándolos sobre aquellos vacíos de la playa en los que los restos indican una presencia anterior. La idea también es restituir y acentuar la fantasmagoría propia de la zona, pero desde construcciones eficientes energéticamente, con materiales que afronten las tormentas y tornados frecuentes en esta localización y que supongan bajo gasto energético y sean observatorios de la naturaleza. Ha habido, por tanto, una inevitable restitución y rediseño del bunker como arquitectura eficaz ante el desabrimiento y la evitación de las despegaduras y el descombro en la zona.

Dionisio González. 2012

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